Escribir de forma clara no es tan fácil como yo creía después de todo
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Lucy Kellaway
Al otorgar mis premios anuales por tonterías hace algunas semanas escribí algo que ahora quisiera retractar. Dije que la comunicación clara en los negocios era perfectamente posible si uno se esforzaba.
Ahora descubro que no es tan sencillo como yo decía. El otoño pasado cofundé una empresa social diseñada para que personas como yo se pudieran reentrenar como maestros.
Quería llamarla Teach Last (Enseña al Final), algo que me pareció a la vez claro y cómico. No, no, no, fue la respuesta de casi todo el mundo. Teach Last, me insistieron, sonaba como si el crematorio fuera la próxima parada, y yo di marcha atrás, y acepté la alternativa menos mala, Now Teach (Ahora Enseña).
Apenas con las dos primeras palabras de mi nuevo proyecto, ya había aprendido mi primera lección. Como periodista escribo lo que yo quiero y si molesto a alguien, bueno, eso es parte del trabajo.
Pero cuando uno está estableciendo algo, la necesidad de hacer concesiones es inevitable, y llegar a un arreglo casi nunca es compatible con un lenguaje preciso. No importa si las palabras lucen bonitas. Si enajenan a alguien, hay que evitarlas.
Después de escoger el nombre, la próxima tarea era escribir el texto para el sitio web Now Teach. Esto, le dije con confianza a todo el mundo, era algo que yo sabía hacer bien.
Hace mucho tiempo desarrollé un proceso de dos pasos para la composición: decido lo que quiero decir y entonces lo digo, utilizando principalmente palabras de una sílaba.
En este caso, lo que yo quería decir era fácil: Now Teach existe para persuadir a personas de más de 45 años que estén hartas de su lujosa carrera en McKinsey, por ejemplo, a comenzar de nuevo como maestros.
Pero hasta yo podía ver que esto no iba a funcionar. Primero, uno no puede insultar a McKinsey en un sitio web filantrópico. Tampoco se puede especificar la edad, ya que es ilegal.
¿Pero qué otra forma hay para comunicar la idea de que uno está buscando personas que estén llegando a una edad algo avanzada?
En algunas conversaciones me había referido a dichos individuos como “viejitos”, pero sólo a mí me hizo gracia. “Maduro” funciona para el queso, pero no para otra cosa; “sazonado” está bien para la madera o un guiso de cordero, pero no para seres humanos. “Mayor” no funciona ya que se ha convertido en un eufemismo para anciano; si uno lo busca en Google, llega directamente a artículos sobre bolsas de colostomía y cierres de asilos de ancianos.
Otra posibilidad (sugerida por un ex asesor administrativo) fue “cambiadores de carrera de última etapa”, que tenía la ventaja de ser una descripción inofensiva, pero la desventaja de hacerme sentir intranquila antes de llegar al final de la frase.
Descorazonados, nos conformamos con “experimentados”, que inicialmente reforzamos con la adición de “profesionales”. Solo entonces mi Jane Austen interna se rebeló, ya que en sus libros sólo califican abogados, médicos y clérigos. Al final hemos escogido otra palabra espantosa: “líderes”, que no sólo está gastada sino que me elimina a mí. Nunca he liderado a nadie.
La última tarea era transmitir calidad. No buscábamos un “líder experimentado” cualquiera, sino alguien que fuera un “as” en el aula.
La palabra “as”, por simpática que sea, no funciona en un sitio web, pero la inflación del lenguaje ha sido tan desenfrenada que todas las palabras tradicionales han dejado de funcionar.
“Bueno” ahora significa malo, y “grande” significa mediocre. Hasta “extraordinario” se ha vuelto cotidiano: la palabra aparece casi 3 millones de veces en LinkedIn.
La solución obvia es evitar los adjetivos, sólo que el resultado es demasiado aburrido, lo cual es inaceptable si uno está tratando de venderse. Así que escogimos “formidable”, y casi estábamos listos cuando llegó un experto que nos dijo que nuestras palabras nos podían haber agradado, pero no lograrían impresionar a los algoritmos de búsqueda Google. Regresamos al punto de partida.
Así que ahora cuando busco, el primer resultado dice: Now Teach es un programa de entrenamiento de maestros para experimentados cambiadores de carrera que buscan redirigir sus habilidades a las aulas de las escuelas.” Como escritora, me disgusta.
A George Orwell le hubiera dado un ataque al corazón. Pero él no tenía que contender con buscadores en Internet. Y él trataba tanto de causar ofensa como evitarla.
A pesar de todo, como alguien que está tratando de empezar un nuevo movimiento, estas palabras me gustan mucho. He dejado de pedirles frescura y elegancia; sólo me importa si funcionan. Y parece que sí.
A pesar del eufemismo, el lugar común, y la evasión, ya he recibido 650 solicitudes. La mayoría de los solicitantes son mayores de edad.
Todos tienen experiencia; muchos son impresionantes. Y, lo más agradable, algunos parecen que van a terminar siendo verdaderos “ases”.